España tiene una cultura empresarial distinta, muy distinta, a la de otros países vecinos de nuestra Vieja Europa. Tradicionalmente, ligamos el concepto de productividad al de presencialidad en los puestos de trabajo. Más horas, más trabajo, más productividad… ¡Error! Todos los estudios realizados sobre la productividad laboral apuntan a un factor clave en el incremento de la misma: el bienestar del trabajador.

Un trabajador feliz con el trabajo que desarrolla, con un entorno propicio para realizar su trabajo, es mucho más productivo que uno que no lo sea. Y es que no es solo una cuestión de aptitud para el puesto de trabajo sino, también, de actitud.
Según un informe de CISCO, el 61% de los trabajadores desea ser valorado por la calidad de su trabajo más que por el tiempo que permanece en el mismo. Y, atención, un 43% se siente presionado por soportar largas jornadas laborales. Llamativo es también el siguiente dato: el 45% de los profesionales aceptaría salarios más bajos a cambio de un mejor acceso a la tecnología y de un modelo de trabajo más flexible. El dinero, ya lo sabemos, no lo es todo ni siquiera cuando de trabajo se trata.


Cuanto mayor sea el bienestar de los trabajadores, cuanto más felices sean, más aumentará su productividad y su eficiencia. Los datos son contundentes: la felicidad puede aumentar la productividad hasta en un 30%. No es una cifra desdeñable, ¿verdad?
Un elemento clave, fundamental y de gran incidencia es el entorno. El espacio de trabajo debe ser nuestro aliado y lo primero que tendremos que hacer será reconocer si el nuestro es confortable o no. Es importante analizar y proyectar con calma, estudiar las necesidades de los trabajadores de la empresa y poner en marcha un proyecto meditado y que pueda tener permanencia a largo plazo. Un trabajador pasa aproximadamente el 50% de su jornada en el puesto que se le ha asignado. El resto lo invierte en reuniones, gestiones con otros compañeros y otras tareas “fuera de su sitio”. Entonces, ¿no deberían ser nuestras oficinas más flexibles, más ágiles, más impulsoras de la conectividad entre personas?


¿Cómo sería el espacio de trabajo ideal? Aquí van unas ideas sobre cómo podría ser el nuestro en pro de ese aumento de la productividad tan soñado:
ARMÓNICOS.
Espacios que fomenten la colaboración y la creatividad con el fin de que todo fluya en armonía.
FOMENTAR EL APRENDIZAJE.
Crear hábitats en los que fluya el conocimiento siendo el espacio un miembro más del equipo.
INTEGRADORES.
Lugares en los que todo el equipo se sienta cómodo y se comparta la información.
APUESTA POR LA PASIÓN.
Es importante generar un concepto de trabajo que potencie las pasiones en vez de destruirlas con obligaciones.
INSPIRADORES.
Espacios para empezar proyectos nuevos, que potencien la imaginación y motivación del equipo.
EFICIENTES.
Hábitats basados en el dinamismo y la autosostenibilidad.


Recordemos que el valor fundamental de nuestra actividad es el capital humano. Todas las acciones deben ir encaminadas a su bienestar y a potenciar su desarrollo profesional.
Los trabajadores, las personas, es lo mejor que tenemos. ¡Sed felices!